Situación fiscal en Chile: acercándonos a América Latina
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ Economista Jefe – Banco de Chile
- T+
- T-
RODRIGO ARAVENA GONZÁLEZ
Por mucho tiempo, Chile fue un referente global por la fortaleza de sus finanzas públicas. Ello fue logrado tras la fuerte reducción de la deuda hacia niveles inferiores al 4% del PIB (en 2007), alcanzando una deuda neta negativa y sucesivas mejoras en rating soberanos, algo que simplemente era impensado para un país emergente como el nuestro. Lamentablemente, esta situación ha cambiado drásticamente en un corto período.
Si bien es válido mencionar que el país aún tiene un nivel de deuda inferior a sus pares (en 2023 se habría situado en 40% del PIB), también es cierto que la velocidad de deterioro ha sido más rápida que el resto del mundo. Considerando el período comprendido entre 2007 y lo proyectado para 2023, nuestro país incrementó su deuda en 35 puntos del PIB, ubicándose en el cuartil con más aumento entre un grupo de 188 economías reportadas por el FMI. Esta tendencia es aún más evidente cuando consideramos que en dicho intervalo de tiempo la proporción de deuda —como porcentaje del producto— se incrementó en 9,8 veces, siendo superado solo por Guinea Ecuatorial. Esto ha sido consecuencia de la aceleración de los déficit fiscales en los últimos años, con la sola excepción de 2022, momento en que se registró un acotado superávit a consecuencia de factores transitorios, como la contribución del litio y el crecimiento récord de 11,7% el año previo. Pero en 2023 volvimos a ser testigos de cifras negativas.
“La situación fiscal tiene impactos reales en el bienestar de las personas y debiese estar al centro de la discusión macro en el país. Afortunadamente, la deuda se logra reducir en la medida que se promueven las bases del crecimiento económico”.
En este contexto, las perspectivas de la deuda son aún más preocupantes. La reciente evaluación realizada por el Consejo Fiscal Asesor (CFA) da cuenta de ello, señalando, categóricamente, que la situación de las finanzas públicas es insostenible. Es decir, si seguimos haciendo lo mismo, la deuda no dejará de crecer.
El desafío de estabilizar la deuda en el nivel calificado como prudente por la actual administración (en torno a 45%) se lograría si, simultáneamente (i) el déficit fiscal se reduce prácticamente a cero en el próximo bienio; (ii) el nivel de gasto en términos nominales cae en el futuro (es decir, gastamos menos), y (iii) la economía crece permanentemente sobre 2% (por sobre su capacidad tendencial).
Cuesta encontrar razones, políticas o económicas, que nos permitan esperar un escenario como ése.
Es fundamental considerar que la situación fiscal tiene impactos reales en el bienestar de las personas: en la medida que aumenta la deuda, el país deberá gastar más en pagos de intereses, reduciendo la posibilidad de destinar recursos para necesidades de la sociedad. En concreto, hoy destinamos cerca de 4% del gasto total sólo a pago de intereses, alrededor de 1% del PIB. Dado nuestro nivel de deuda, existe el riesgo de que esta cifra pueda aumentar de manera acelerada, ya que en la medida que el país tiene más riesgo fiscal, la nueva deuda se podría emitir a una tasa de interés aún mayor.
La situación fiscal debiese estar al centro de la discusión macro en el país. La buena noticia, sin embargo, es que la evidencia empírica, tanto en el resto del mundo como en nuestro país, nos ha mostrado cómo la deuda se logra reducir en la medida que se promueven las bases del crecimiento económico. No existe mejor reforma y fuente de generación de ingresos que la mayor actividad, lo cual nos debiese dar un buen punto de partida en la discusión de este y otros desafíos que enfrentamos hacia el futuro.